FOTO: Adolfo Lacunza |
Querido compañero, querida compañera:
Esta carta es un saludo profesional escrito en el laboratorio “Convivir con libros”, un taller sobre bibliotecas y acción sociocultural al que llegué hace un mes con ganas de ampliar el enfoque de mi trabajo y compartir reflexiones sobre la hospitalidad y la cultura. No sabía muy bien dónde me metía.
No saber dónde vas tiene muchas ventajas, sobre todo porque hay menos riesgo de decepción. De todas formas, siempre esperamos algo, aunque no lo formulemos. En mi caso, buscaba ideas concretas para facilitar la acogida y el encuentro en la biblioteca, “resetear” actitudes y compromisos.
Y aquí estoy, cuatro semanas después. Lo cierto es que he encontrado más preguntas que respuestas, empezando por el propio concepto de biblioteca: ¿Qué quiero que sea? ¿Cómo puedo conseguirlo? ¿Es un espacio amigable, acogedor? ¿Puede cualquiera estar a salvo en ella, sentirse como en casa? ¿Quién es aquí el extraño? ¿…?
FOTO: Adolfo Lacunza |
Me gustaría que la biblioteca fuera ese lugar en el que todas las personas, independientemente de su situación o condición, encuentren las herramientas (técnicas y humanas) para acceder a la cultura y a la información; también un punto de encuentro en el que socializar, compartir ideas y disfrutar de las posibilidades estéticas; quisiera, en fin, que la biblioteca fuera un espacio hospitalario.
Ignoro cómo se puede conseguir pero creo que es algo imprescindible, un derecho elemental cuyo logro, aunque complejo, está en nuestras manos. Quizá el diálogo y la colaboración puedan ser el punto de partida.
El vínculo entre lo cultural y lo social hace que se abran horizontes, se amplíen miradas y se cambien perspectivas. Lo político y lo poético deben ir de la mano porque la vida es compleja, rica y llena de aristas; es arte y compromiso, ocio y supervivencia, pensamiento y conversación. Y la biblioteca es todo eso porque acoge muchas vidas.
Las bibliotecas están llenas de posibilidades. Algunas por descubrir, otras por materializar, muchas hechas ya realidad. Y hay tantas porque las bibliotecas no contienen solo palabras, imágenes y sonidos (libros, películas, discos…). En ellas hay sobre todo personas con intereses y deseos; momentos de diálogo y descubrimiento; oportunidades para divertirse y disfrutar; impulsos para crear nuevos significados. ¿Cómo compaginar este horizonte con las limitaciones cotidianas?
En fin, las preguntas siguen surgiendo y aún no tengo las respuestas, pero formularlas es ya una forma de avanzar, supongo.
FOTO: Adolfo Lacunza |
Ha sido un placer participar en este trabajo colectivo.
Cuando quieras seguimos hablando.
Un abrazo
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