Una de las curiosidades sobre Roald Dahl , el protagonista este verano en nuestra biblioteca, es que escribía en una pequeña casita de ladrillo que tenía en el jardín. Había personalizado un pequeño escritorio que situaba sobre los brazos del sillón orejero donde habitualmente se sentaba. Quentin Blake, el ilustrador que trabajó con él durante quince años, comentaba en The Guardian sobre la cabaña: “todo el interior estaba organizado como lugar para la escritura, así que el viejo sillón orejero tenía el respaldo mullido para que fuera más confortable, tenía un saco de dormir que ponía en su regazo cuando tenía frío y un taburete para descansar las piernas”. Leonardo Da Vinci decía que “las pequeñas habitaciones y refugios disciplinan la mente, mientras las grandes la debilitan”. Tal vez por eso, son varios los ejemplos de escritores que se recluían en cabañas en mitad del bosque o en pequeñas casetas instaladas en sus propios jardines para dar rienda suelta a su espíritu crea
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